Tertulio y Baco

Tobias Di Pretoro
35 min readDec 6, 2023

--

24 de junio.

Desde mi ventana, que da al balconcito, se veía el fin del mundo. Llovía. Llovía pero un montón, a baldazos. ¿Qué se hace en días como esos donde te inunda un pequeño vacío sentimental? Mirar una película. Nada descabellado. Se pasa rápido y con un poco de suerte concilias el sueño y se termina la jornada. Además domingo. Que tragedia. Que duro.
Primero lo primero, me preparo unos pochoclos. El sonidito del ‘pop’ me daba una satisfacción, una alegría. Mientras prendía la tele y me acomodaba, chusmeo en mi celular las pelis que me guardaba para ese tipo de días.
Y llega un mensaje totalmente desprevenido. A contramano total del contexto en el que me encontraba. La. Puta. Madre.
“Estoy yendo con una sorpresita!” dictaba. Era mi prima que de vez en cuando se le ocurrían este tipo de eventos espontáneos. Como me había mudado a la Gran ciudad hace relativamente un poco, parecía que me invitaba a hacer cosas para que no me sienta solo. Pero no me sentía solo en absoluto. O me acompañaba muy bien a mi mismo.
“Estoy por mirar una peli jaja. Te quedas y cenamos juntos?”
“Imposible, primo. Estoy yendo con Ciro y después nos vamos a comer por ahí, je. Para la próxima si te parece.”
“Dale, dale, avisen cuando estén llegando así ya los espero abajo”
Fueron una serie de audios rápidos en los que se escuchaba el ruido del parabrisas, un saludito de Ciro y que iban en auto. En este tipo de circunstancias, de puro estrés porque no sé cuánto tiempo voy a ver de la película, el tener que estar atento al celular y una sutil ansiedad ante la sorpresita… me quedo viendo videos.
Pasaron unos quince minutos nada más, agradecido de no haber puesto la película, me llega el mensaje de que están casi abajo y me preparo a abrir.
En el hall, hay una imagen graciosa, para mí por supuesto. Mi prima, el no-novio -casi algo, o como se llme hoy en día-, y una caja grande, onda, muy grande. De esas que agarras con dos manos. Piperola la “sorpresita”.

— Ahhh, estás a full con el depto, me gusta como lo acomodaste. Sillón nuevo, la mesita, pusiste plantas, ¡está genial! — Si, a cada cosa que hacía me lo halagaba o me hacía sentir orgulloso, era lindo aunque por ahí pensaba si era una falsedad medida.

— Me estuve ocupando, jajaja. Ahora la idea es decorarlo un poco. Poner alguna biblioteca, colgar unos vinilos y eso.

— Tengo unos vinilos tirados en casa. Me los compré en un rinconcito escondido de la ciudad, espectacular para ir de nuevo. Eso sí, nadie los quiere. Si querés un día vengo y te los doy. Total, ya te digo, nadie los quiere.
El no-novio era realmente un tipazo. Siempre nos quedamos hablando de todo un poco. Compartimos intereses, música, películas, juegos, varios tópicos. Por ahí discutíamos en algún que otro almuerzo familiar sobre el Flaco, o nos íbamos a temas más profundos. Era una de esas personas que se preocupaban y empatizaban con el otro.

— Uff, es mucho, che. Gracias, de verdad. Cuando vengas te quedas y los escuchamos. El martes me llega el tocadiscos que encargué.

— Bueno, bueno, ¿No querés ver la sorpresita? — interrumpió mi prima — . Con Ciro lo vimos y dijimos que es para vos.

No quería tocar el tema para no parecer un desubicado, pero fui directo a la caja de cartón y la abrí sin antes pensar la cantidad de cosas que podían ser: un horno eléctrico, una pila de libros, ropa, algo para decorar la casa… era un perrito.
Era un perrito, de esos chiquitos, no parecía de raza. Tenía una cara muy graciosa, extremadamente graciosa. Le salía un diente por el costado, era bizco y muy tierno. Me emocioné al verlo y no podía creer que iba a tener un perrito. Tengo que admitir que un poquito… lagrimee.

— Con ciro pensamos que estaría bueno que tengas una compañía… estar solito acá, en un lugar nuevo… es muy terapéutico, entendemos si no lo querés porque es un montón no haberte avisado o hablarlo antes pero rompía la sorpresa, je.

— No, no para nada. ¡Me encanta! Por ahí pensaba en una mascota. Pero viste el tema del cuidado… eso me la bajaba.

— Ayy, pero no pienses en eso. Ya tiene sus años y además está vacunado. Viste que los de la calle son de hierro, imposible que les pase algo, no te preocupes por eso.

— Pensamos que se podía llamar como vos — dijo Ciro — . Baco. Nos dio risa con la lu. Pero vos ponele como quieras eh, no tengas presión.

— Pensaba en Enzo, por Ferrari — dije con una risita nerviosa, pésima idea — . O ahora que lo veo capaz Chueco. Che, no tengo comida de perro y sigue lloviendo. ¿Le hará mal si le doy arroz con atún? No tengo ganas de salir y mojarme.

— Tranqui nosotros te compramos. Ahí te la alcanzo — sacó de su mochila una bolsita con comida para perros. No era muy grande que digamos, ni de marca. Cositas que por ahí veo, quizá pretencioso de mi parte — . Bueno, baquito. Era esa la sorpresa. Nosotros nos vamos yendo, nos tenemos que preparar. Te re invitaríamos pero es mesiversario.

Fui a abrirles, nos despedimos y les agradecí por el regalo aunque recalqué que no me sentía solo y que estaba bien, que no se preocupen tanto.
Aun así, la entendía. Yo hubiese hecho lo mismo. No regalar un perro. Pero si hace ameno el cambio drástico de vivir en una ciudad chica a una de las ciudades más importantes. Era un cambio gigantesco y para nada sencillo de adaptar, un alivio ir conociendo poco a poco todo.
Por suerte, vivía más o menos cerca de la facultad, tomaba un colectivo y los días que tenía ganas de caminar me levantaba más temprano. Los cuales son contados.
De repente, cuando subía por el ascensor, me di cuenta de lo que estaba pasando. Soy responsable de un animal, de un ser viviente. Me dio un poco de cosa. Capaz era demasiado, una tarea que me exigía demasiado de mí. Vacunas, sacarlo a pasear, a hacer sus necesidades. ¿Y si enfermaba? Era desmedido el trabajo que me dieron. Pero tampoco era para tanto, ¿O sí? ¿Y si el loco se sentía solo? Esperando a que salga de cursar o cuando trabaje. Me cayó de repente todo un esfuerzo. Incluso me enojé, puta madre, que me quedará cuando sea padre.
Que gran pelotudez es celebrar mesiversario.
Abrí la puerta de mi departamento y ahí estaba el tipo, sentado, con la lengua afuera y moviendo enérgicamente la colita. Parecía que sonreía, con sus ojitos brillantes. Me envolví de amor, que querés que te diga. Era hermoso. Baquito iba a llamarse.
— ¿Qué vamos a hacer loco? Seguimos con la peli. Llueve para que te saque a pasear
— ¡Dale! ¿Qué estás viendo? Me gustan más las de romance ¿viste? son divertidas.
— Uh, que bien que hables, soluciona esta convivencia… ¡¿Measte la planta?! No, no loco, no está bien eso, avisame y te saco al balcón para la próxima, acá hay reglas y se respetan. Pero che, ahora tengo que limpiar.
— Bueno Bueno ¿eh? No sabía que estaba en presencia de Don Quijote de la Lavada.
Señaló con la cabeza el montoncito de cajas de pizza y empanadas que tenía en la cocina. Una obra de arte para algunos.
— Ta bien. Ambos tenemos que respetar las reglas.
— Otra cosa, eso de llamarnos igual… No me convence. Es al pedo, genera confusión y me parece desacertado. ¿No se te ocurre uno mejor? — lo dijo como diciendo maestro, arreglemos este desastre.
— Y… dado que hablas… ¿Qué te parece Tertulia? Es cómico jajaja.
Ni bien terminé de decir el nombre se rió mientras se acostaba panza arriba, pareció que le gustó.
— Bueno, bueno. Pero Tertulio. Soy macho, con pitulin. Perdón pero tengo mis principios y también quiero que se respeten.
Le iba a comentar que hoy en día la sociedad podía considerar ese comentario ofensivo. Pero no le iba a dar clases. Era un perro. Un perro que hablaba nada menos.

Primer interludio

— Me estás diciendo que tu perro hablaba — Comentó Doctor.
— Hablaba sí. Muy macanudo. Siempre tenía algo para acotar. Me ayudó mucho. Influía el loco.
— ¿Sí? ¿De qué manera te influía?
— Positiva, por supuesto. Por ahí es verdad que en ciertas situaciones las cosas no salían como planeaba. Pero aun así… el tipo estaba. Algo curioso es que no se enojaba o discutía si lo había hecho mal. Lo había hecho y para él ya era suficiente. De hecho, estar acá es por él. Siempre esperaba que fuera mejor. ‘Un poquito cada día’ me decía cada mañana… cada mañana — Se podía notar en Baco como se le humedecían los ojos. Extrañando algo que ya no estaba — . Linda mascota. Muy linda mascota.
— ¿Podés contarme un poco sobre cómo te impulsaba a ser mejor?
— Ahí va una.

8 de Agosto.

Era una mañana muy muy fría. Le había comprado, bah, se había elegido un abriguito muy pintoresco, le encantaba, era su favorito.
Tenía un parchecito de una saga de libros que me gusta mucho. Por ahí le leía y él se fascinaba. Tanto le gustó que me suplicó comprarle una ropita. Fanático el loco, realmente.
Estábamos caminando en uno de nuestros paseos matutinos de sábado, con la particularidad de cambiar un poco el trayecto. A Tertulio no le gustaba ir por los mismos lugares, le gustaba ‘explorar, divagar y conocer’. Anduvimos cerca del río, con un cielo despejado y un sol que calentaba de lo lindo.
Iba silbando una canción de una película que nos encantaba, la melodía alegre que no se acoplaba con el día pero… amigaba el ambiente entre nosotros.
A lo lejos, Tetu, vio una perrita y yo que la llevaba una chica. Era linda pero no voy a entrar en detalles. Bueno, era morocha, delgada, raramente iba bronceada en pleno invierno. Se ve que viajaba o le gustaba estar coqueta, porque también iba muy bien vestida para sacar a su mascota a pasear. Yo iba zaparrastroso. Con ropa vieja, de casa. Hasta Shrek tenía más pinta que yo.
— Epaaa, hay modelos, Baco. ¿Te la presento?
— ¡No hables! Capaz te escuchan, boludo.
— Sabes que no me escuchan, lo intentamos con la madrina y pensó que estabas loco. Y su pareja quería hacerse interesante diciendo que podía notar algo, idiota total.
— Bueno, bueno. Calmate. ¿Qué vas a hacer? Sabes que soy tímido y no sé hablar con desconocidos. No, no. Para la próxima.
— ‘Para la próxima’ — Me contestó haciendo una voz de tonto — . Siempre decís lo mismo en estas situaciones. No hay próxima. Esta es la próxima, dale, dejate de joder.
La táctica magistral del tipo fue simplemente un encontronazo con la salchicha de la chica (eso de cuando se huelen e interactúan entre ellos), forzando un acto totalmente incómodo entre los dueños e incitando una charla fugaz. Un poco me desesperé. Salir de esa zona de confort, elegir las palabras y…
— ¡Pero qué lindo perrito! ¿Cómo se llama? — pude sentir como Tertulio alzó la orejita simpática.
— Tertulio, jajaja, el loco es muy simpático y vive hablando — Ahí inmediatamente me di cuenta de la estupidez que dije y me arrepentí. Empecé a ponerme rojo y me sudaban las manos, horrible — . Digo, ladra mucho y parece que habla, por ahí aúlla también. ¿Y la tuya… o el tuyo?
— ¡Qué divertido! Por ahí me aparecen videitos en los que los perros parece que hablan mientras ladran. Esos Husky — Su pronunciación de Husky había dejado mucho que desear pero por la reacción de la chica lo omití, además me alivio un montonazo. Hizo una pausa y siguió — . Ah, que boluda, la mía se llama Éster por… nada en particular. Éster. Me da gracia que tengan nombre de personas.
— Entonces si hay un motivo ¿viste?, hay que encontrarlo nomas. De última decí que es por Éster Expósito. Por el parecido, digo — la chica hizo una cara rara, de cuando no entienden la broma que hiciste. Terrible. Se te viene el mundo abajo: explicar la broma, risa forzada y ambos quedan como boludos: uno por repetir un chiste y que pierda inmediatamente la gracia y ella por no entender. Estuve en ambas circunstancias — . Claro, Éster Expósito es rubia y tu perrita negra, la ironía de que no se parecen en nada… un chiste boludo jajaja.
No te puedo explicar lo que se rió la tipa. Parecía que le invadió un demonio. Además una risa incontrolable, rara, muy rara pero contagiosa. La tensión se fue por un chiste tan boludo que empecé a reír y también por su risa. Incluso Tertu parecía que se reía de la situación.
Después de un rato conversando y haciendo comentarios cómicos nos despedimos.
— Bueno che, voy a tener en cuenta lo de Expósito, me hiciste reír. ¡Cuidate! ¡Chau Tertu!
A medida que se iba Tertu caminaba más enérgico a tal punto de que era una señal para que le diga algo, tenía un problema o virtud: siempre quería ser el centro de atención.
— ¿Qué te pasa a vos?
— Te dije que era buena idea. Mira esa carita, una sonrisa tenés, atorrante. Notas que no sos tímido ¿no? simplemente necesitas un empujoncito o una situación — paró de hablar un poquito, pensando las palabras — . Hablaste lindo con ella.
— Sí… gracias, Tertu. La salchicha, ¿Qué onda?
— Tipaza como la dueña, viven por acá y siempre salen a esta hora… ay esa carita, me dice que ya tenemos una rutita ¿puede ser? Mínimo comprame lo que come la estercita, de calidad es su comida ca-li-dad. Me cansé de esa bolsita horrible que me das.
— Vos te ganaste un buen cuadril. Y bueno, cambiamos la comida, tampoco me afecta tanto.
— Pero a mí sí, loco. A mi sí — Por lo bajito pude entender que dijo algo totalmente fuera de lugar. Lo dejé pasar porque tenía una sonrisa imborrable. Que linda es esa sensación, me pasaba continuamente con él.

Segundo interludio

Baco terminó la anécdota, lagrimeando por lo bajo.
Con miedo a perder el control, un nudo en la garganta y rojo, miró a Doctor y empezó a hablar suave y tímido.
— ¿Cómo puede ser que amemos tanto algo que no está? Entiendo que hay un período de duelo y qué sé yo, pero pasó tiempo. No entiendo.
— Cuando algo o alguien, por un período de tiempo, nos da un sentido a nuestra vida…
— Sí, entiendo eso, era retórica la pregunta — interrumpió Baco mientras se secaba las lágrimas — . Me vi ‘Interstellar’. El amor es poderoso y eso.
— Entonces no querés hablar del tema. De tu duelo.
— No. Bueno… no ahora. Me hace mal, me duele.
— Por supuesto que duele, seguro lo amaste mucho.
— Sí, más vale que sí. Pasa que… nada. Siento que… es raro. como que fue mi culpa su muerte.
— Es una emoción esperable. Aun así…
— No somos seres perfectos sí, ya sé — Interrumpió nuevamente Baco — . No me refiero a eso. O sea, sí. Pero a la vez no. Si hubiera prestado más atención… — se hizo una pausa larga.
— Baco, ¿Cómo?… ¿Cómo murió Tertulio?
— No quiero hablar de eso — dijo tajante.
— Va a ser necesario. En algún momento.
— Ya sé — respiró hondo — . Pero no me siento preparado. Me carga un sentimiento de culpa terrible, un dolor inmenso y él no está. Puta madre, no está y lo veo en todos lados.
— Baco… lo dejamos por hoy, ¿sí?

Una hora después, Baco volvió a su casa. Se envolvió en su cama con sus respectivas sábanas y empezó a mirar videos en su celular. Por horas, largas horas. En un momento, despertó de ese estado hipnotizante y recordó un momento que tuvo con su mascota.
Se levantó, fue a la cocina, se preparó algo rápido para comer y se sentó en la mesa a comer. Y Comía… y comía… y comía. Hasta que por fin lloró.

31 de Agosto

Ese día fue realmente pésimo, eh, pésimo. Así que por favor no quiero ser juzgado.
Estaba viendo unos videos en cierta plataforma que no voy a nombrar. Estaba en un estado de hipnotización verdaderamente terrible, a un punto que podría considerarse desastroso. Pobre Tertulio, realmente esos días eran los peores. Si no fuera por él, hasta el día de hoy estaría así.

— Loco, basta con eso — empezaba Tertulio — . Se acabó. Dale, tenemos que empezar el día. Está herr…mmo…shuo — decía mientras abría las cortinas con la boca e invadía la habitación con luz — . Podemos verla a la tipa otra vez, te tiene namorau, nos acompañó todo el trayecto el sábado pasado ¿Me estás escuchando? ¡Eu! ¡Baco! ¡Eu! Quetepariú — y empezó a ladrar como un enfermo.
Ahí paré de ver videos y le contesté.
— Loco, ¿Qué carajo querés? Después te saco a pasear. Ahora no tengo ganas. A las 12:00, ¿te parece bien?
— Che, pero no me aguanto más, ayer a la noche no me sacaste, te quedaste con eso hasta tarde. Dale, Baco, si no estás haciendo nada, mirás videos muy malos encima.
— Ya voy. En un ratito.
Y ahí cagué. Pasaron horas, y horas y horas. Las 13:00, 14:00, 15:00 y yo como un estúpido me quedé haciendo nada. Pero nada, eh. No tengo excusa.
Como era de esperar. Tetu meó en una planta. El loco podía haber meado en cualquier lugar. En la alfombra, al lado de la tele y romperla, en la cama, donde sea. Pero él tuvo la decencia de hacerlo en una mísera planta.
Me había puesto mal. Muy mal. Y él, sin ningún tipo de razonamiento alguno, salvo por lo pautado hace meses, se sentía culpable.
Entró tímidamente a mi habitación, con la cabeza agachada y despacito, haciendo un sonido agudo. Triste, por supuesto. Cuando volví a la realidad entendí lo que estaba pasando. Ya era de noche, ambos teníamos hambre, sed y, tarde, me di cuenta de mis terribles ganas de ir al baño y cómo me había aguantado esas ganas.
Lo miré, me miró con muchísima vergüenza, esperando un reto o anda a saber qué.
— Ya sé que dijiste que no estaba permitido… pero… en serio… no daba más. La puerta del baño estaba cerrada y la del balcón también. Te juro que no llegó a la manija de la puerta. Perdón, Baco. No quería.
Me sentí terrible. Pésimo. Fuera de lugar.
— Tetu, no pasa nada. En serio. Es mi responsabilidad sacarte a pasear. Ahora… ¿eh? ¿intentaste limpiar?
— Jeje, es difícil para un perro, pero sí.
— No, tetu. Me haces sentir pésimo. Ahora limpio y te saco a pasear. Ya sé que no tiene sentido pero te saco igual. No va a volver a pasar. Te lo prometo. Gracias por tenerme paciencia. No sé cómo no estás enojado, realmente me tenías que putear.
— Querido, ¿por qué decís eso?, estamos el uno para el otro. Siempre. Pero me debes un favorazo, che. Uno de los grandes.
— ¿Cuánto duele?
Con una sonrisa maliciosa respondió:
— Invitala.
— No.
— Sí, ¡vos podes! Seguro ella quiere. daaale. No podes ser un licenciado en no vivir. Tenés que experimentar, hacer cosas.
— Hacer cosas che… ¿Cómo qué?
— ¡Qué sé yo! Soy un perro. Algo que te gustaría hacer y nunca hiciste. Por ejemplo, invitar a la loca a hacer algo. Con estercita ya nos dimos cuenta que hay algo ahí. Ella me preguntó si ibas a activar.
— ¿Qué le respondiste?
— Que sí, que te estabas preparando porque sos el tipo más lento del mundo cuando las situaciones se tratan de vos.
— ¡Epa!
— Y bueno, sos dejado — hubo un silencio raro, incluso incómodo. No sabía qué decir — . Igual en serio. Atrévete a hacer cosas. No está bueno lo que te pasó hoy. Me preocupa. Tenés que dejar de existir y empezar a vivir.
— ¿Te comiste la película de Hakuna Matata, boludín?

Ahí Tertu me miró terriblemente mal. Él lo había dicho de una manera sincera y abierta, en esos momentos no nos permitíamos darnos lugar a chistes. Claro, hasta entonces ninguno de los dos lo sabíamos, un acuerdo natural que se fue desarrollando con el tiempo.

— Perdón, es verdad.
— Ahí me gusta más.
— Voy a ver cómo lo hacemos, podríamos intentar…
— Noooo — me interrumpió en el acto y empezó a ladrar a lo loco — , hacelo. Simple y rápido. No hay estrategias. Es hacerlo y no mambear con la idea.

El resto es historia.

Tercer Interludio

— ¿Historia? ¿Qué pasó? — Comentaba Doctor.
— No quiero profundizar en el tema. No vale la pena. Bueno, si me metes esa presión te lo digo. Básicamente, no funcionó. Teníamos distintas metas, pensamientos… todo distinto, no encajamos.
— ¿Y cómo te hizo sentir eso?
Baco demoró unos minutos en silencio, pensando minuciosamente las palabras correctas.
— Espectacular — declaró — . Verdaderamente bien. Había sido la primera vez que activé en algo. Cuando verdaderamente tuve control de la situación, me sentí bien. No fue lo que esperaba, no fue lo que quería. Aun así, me animé.
— ¡Qué bien! Es fantástico lo que…
— Y fracasé, que es lo más importante. Ganar esa experiencia no me lo quita nadie. Ya sé, es una estupidez, solo me dejó alguien y lo retrato como algo totalmente importantísimo y circunstancial en mi vida, pero fue un gran cambio. Con eso crecí, me hice más humilde, conocí más gente, dejé de ver a otros como perfectos. No me quería en absoluto. Todo eso gracias a Tertu.
Baco miró a la nada, los ojos parecían muertos, fijados en un punto de la sala y sin pestañear. Pasaron unos minutos en silencio hasta que Doctor rompió la tensión.
— ¿Cómo venís con eso? ¿Estás preparado para hablarlo?
— Sí. Pero no ahora. Dame más tiempo. Ya sé que nos queda poco. Antes tengo que hacer un par de cosas. Estas charlas siento que me hacen mejor.
— Eso es bueno, Baco. Es parte del método, se ve que está haciendo efecto si me decís eso. Cerramos sesión.

Los edificios inundaban con su luz a Baco. Iba caminando por las inmensas avenidas de lo que alguna vez fue su nueva ciudad. Llena de aventuras por hacer.
Era de noche, fin de semana. Tenía un encuentro con una persona que conoció por una aplicación de citas. En su mente rezaba que sea la indicada, se sentía cansado, tantas veces buscando y buscando para llegar al mismo final una y otra vez. Pero no se rendía. Hace tiempo que no se rendía.
Llegó al restaurante, iba excelentemente vestido, teniendo en cuenta consejos de Tertulio, buscando lo que esté de moda, siguiendo una estética formal, buen perfume, alineado y bañado.
Al cabo de unos cinco minutos ya estaba sentado y esperando a su cita, la cual llegó diez minutos tarde. No le molestó en absoluto.
— ¿Baco? ¡Disculpa! No sé ni cómo explicarte lo que me pasó– decía la chica con una risa incómoda y poniéndose roja. Ella también iba arreglada y con un rico perfume — . Entre que mi amiga no paraba de hablarme del estúpido de su ex, que me estaba arreglando el pelo porque esta húmedad terrible no ayuda en nada, ni te cuento el tráfico que había. Ah ¡no sabes! viniendo vuelve a hablarme mi amiga de su ex, un tarado el pibe y… uh, ¿estoy hablando mucho no?
Baco no hizo más que reírse y cederle la palabra para que continúe hablando. Le gustaba su energía dramática. Era algo que le faltaba a él.

— Entonces nada — siguió la chica — . El pibe ni sabe lo que quiere, da mil vueltas, una calesita parece. Ninguna del grupo se lo banca pero marti insiste que es buenito y qué sé yo ¿Vos qué decís?
— Yo creo que si no estoy de tu lado la noche se termina acá. Así que, sí, un t-a-r-a-d-o este pibe, uno no puede tener todo, hay que sacrificar cositas e incluso empatizar con marti, ¿nunca le preguntó qué quiere ella?
— ¡No! Si es un tarúpido de pies a cabeza. No le importa nada.
La conversación siguió y poco a poco iban cambiando a diferentes temas a lo largo de la noche.
— Tenés toda la plata del mundo ¿A dónde te irías de viaje? — preguntó la chica.
— Discúlpame, pero yo no tengo absolutamente un mango. Si tuviera toda la plata del mundo… que pregunta. Un lugar donde siempre pasan cosas y nunca te puedas aburrir. No sé donde queda eso, pero buscaría aventuras.
— Yo a Bali.
— ¿Bali? ¿Qué hay en Bali?
— Ay, ¿No conocés Bali? Es requete conocido por sus playas, es hermoso, mira.
— A ver, mostrame — dijo mientras le acercaba el celular — . Aaapa, tiene pinta Bali. Muy lindo, muy lindo, che. Parece carísimo.
La chica se rió y quedó extrañada con la idea de que alguien no conociese su lugar favorito.
Comieron y tomaron lo mismo, no por falta de personalidad a la hora de pedir, sino por una extraña coincidencia de paladares. Compartieron una botella de vino y siguieron hablando.
— ¿Viste el señor de la mesa catorce? ¿El que se parece a Drácula? — preguntó la chica. Baco, como estaba comiendo, le asintió con una extraña sonrisa, medio sabiendo lo que estaba por venir — . Tiene una pinta de pervertido bárbara.
Baco empezó a reírse, no por lo que dijo sino cómo lo dijo. Además, tenía razón. El señor rondaba los casi setenta años e iba acompañado de una modelo.
— Ay Dios, totalmente — le respondió Baco terminando de comer y reír — . Para mi que después de acá le chupa toda la… ¡para! ¡La juventud! Como en Abracadabra, la peli de Disney.
— Primero, ¡eran brujas! — replicó — segundo, en total de acuerdo con vos, pero sos medio atrevido eh.
Siguieron jugando a ver las mesas e intentar descifrar qué pasaba en cada mundo. Que ocultaban las personas. Algunos con pelucas, otras con un amante que ya no da, familias con un padre boludón de los buenos, esos que no se enteran de absolutamente nada.
Llegada la cuenta y la hora de irse, caminaron por un hermoso boulevard, lleno de paneles con publicidades que emitían muchísima luz, una cuadra donde había varias banditas y cada una tocaba a son de la otra, envolviendo un clima improvisado con muchísima vida. La cita entendió la mirada de Baco y decidieron ir hacia ese lado donde vieron una heladería que tenía pinta artesanal.
Se sentía feliz. Hacía rato que no la pasaba tan bien y no se reía tanto con alguien. Más allá del ambiente espectacular y vivo, podía hablar con soltura, tirar chistes y que la otra persona se diera el lujo de reír de su humor ácido.

Mientras tomaban un helado, Baco tuvo un momento de déjà vu en el cual soltó un repentino escalofrío. La chica pegó un pequeño saltito por el susto y ambos se rieron.
— ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? ¿Fue por el helado? ¿Se te congeló el cerebro? — preguntaba rápidamente la chica mientras seguían caminando.
— No, no. Bah, fue un déjà vu. ¿Sabés lo que es? Esa sensación rara de…
— Sí, sí, sé lo que es — interrumpió la chica — , es la primera vez que veo a alguien hacer eso por un déjà vu ¿Estás bien?
— Sí, no te preocupes, no pasa nada. Pasa que este recorrido lo hice una vez hace banda de tiempo. Con alguien… y… especial.
— ¿Con quién? ¿Con tu ex? — la pregunta dio lugar a que ambos se rían, Baco le habló sobre Tertulio pero nunca sobre su capacidad de hablar. Nadie le creía. Además, el juramento era que nadie supiera de tal poder. Tertulio cuestionaba lo que podían llegar a hacer los científicos con él, su cerebro y una trágica castración que, según él, tenía sentido.
— ¡Que hermoso! Siempre quise tener un perrito compañero, sería una excelente dueña — Baco hizo mala cara cuando terminó de hablar — . ¿Qué pasa?
— Dueña no — contestó — su compañera. Es importante la diferencia. Tertulio era mi compañero. Me ayudó muchísimo. No sé muy bien cómo explicarlo, pero era el único que sabía cómo me sentía, cómo ponerme mejor, me activaba cuando estaba mal o bajón por algo. Me leía la mente.
— Lo que me decís… — empezó a lagrimear un poquito — . No sabía que alguien podía tener tantísimo afecto con una mascota. Hay veces que me pregunto quién salva a quién, incluso en las relaciones entre humanos. Pero hay algo más cuando se trata de nuestros compañeros, ¿no?
— Yo creo que sí. Cuando murió, sufrí muchísimo. La única persona que me entendía no era persona. Era mi alegría, mi razón de vivir. Yo comía helado y a él le compraba una comida que le encantaba. Le hablaba, él me entendía, te lo juro, me miraba ingenuo y movía la cabecita. Era un amor. Realmente el mejor amigo del hombre — la chica le dio un abracito, dando a entender que lo apoyaba. Baco recordaba lo que una vez le dijo tertu: “A veces lo único que necesitas es un abrazo” que seguramente lo leyó en alguna publicación de cierta red social.
— ¿Y tenés alguna historia divertida de él? ¿Algo para recordar un lindo momento? No quiero que se vuelva triste el encuentro, la estamos pasando bien, ¿no?

24 de Junio

Había pasado un año desde que convivía con Tertulio. Nuestra relación era verdaderamente única. Él tenía una parte de mí como yo de él. Hablábamos parecido, le hacía lo que él quería comer sin necesidad de que me lo diga, pasearlo ya no era un peso sino una necesidad. No solo eso, sino que también me hizo dar cuenta de que necesitaba transformar la cabeza. No sé muy bien cómo explicarlo. Es como cuando ves una película y te das cuenta que no estás haciendo cosas o por lo menos no las que te gustan. También ves que tu vida es un desastre, que las veces que quisiste cambiar no duraron ni dos semanas que ya volvías a la rutina de siempre. Pésimo, un comportamiento realmente desastroso.
Con Tertulio cambió la cosa. Algunas para bien y otras…

— Te digo que no entiendo por qué están tan al pendiente de los horarios — comenzaba el perro — . Es sorpresivo. De allá para acá disfrazando la preocupación de llegar tarde como si fuese el fin del mundo y con un estrés sobrenatural ¿taaanto quilombo se hacen por unos números? Dale, querido, seriedad te pido, por favor. Además, ¿¡dos relojes te parecen bien!? Uno en el celular -que tampoco entiendo la obsesión- y otro que se lo ponen de correa — Íbamos caminando por la zona más céntrica de la ciudad. Tertulio estaba en lo cierto, la gente miraba sus relojes y hacían trotes que daban gracia. Otros caminaban rápido, miraban su reloj, por supuesto, una marca incomparable para mi y se apuraron todavía más. Olvidate que la mayoría están pelados.

No le hice caso a lo que comentaba. Me había dicho que no era necesario contestar a todas sus dudas. Hay cosas que hacemos y no tienen sentido, las naturalizamos inconscientemente. Para mi sorpresa, me entendió.
Ese día quería mostrarle uno de mis lugares favoritos, que lo sigue siendo hasta el día de hoy. Una promesa de que si nos aguantamos un año le mostraba mi parte más humillante.
A medida que llegamos al lugar, había cada vez menos gente y menos personas preocupadas por el horario. El ambiente se sentía muchísimo más tranquilo, la gente corría o caminaba con ropa deportiva. Algunos galanes iban en cuero mostrando orgullosamente su cuerpo, cosa que me hacía sentir humillado.
Algo que había destacado Tertulio era la cantidad de árboles en el lugar. En realidad, no eran muchos, pero no estaba acostumbrado a tanto verde. Cuando lo sacaba a pasear, era por la playa o parques más abiertos y sin tantos árboles.
— Impresiona, che — dijo Tertulio. Nos habíamos sentado en un banquito, en la sombra de un arbolito y pasaba un carismático viento.
— ¿Nada más vas a decir? — le pregunté un toque molesto. El lugar era impresionante, una locura — ¿No ves la puesta del sol? Mirá cómo se reflejan los rayos en el agua, es hermoso Tertu. Bah, a mi me maravilla, me hace pensar.
— Soy de pocas palabras, lo sabes — dijo con cierta ironía, guiñandome el ojo — . Te estoy cargando. Pero es verdad lo que te digo, impresiona. Parece pintado en un lienzo. Me encanta, tiene un toque de magia, ¿no?

Hubo un silencio rápido, le asentí con la cabeza mientras me quedaba embobado con la vista. Me pasaba siempre lo mismo.

— Que paisaje, loco — comenzó Tertulio — Es, quizá, el mejor regalo que me han hecho.
— Agradezco lo que decís tertu, es una de las pocas veces que siento que te abrís así, emocio…
— Peero, el mejor mejor regalo que me pueden hacer es ir a escalar una montaña. Me encantaría escalar una montaña, ¿a vos no? Como en Walter mitty. Deslumbra esa película — interrumpió descaradamente Tertulio.
— ¿Escalar una montaña? un poco descabellado, ¿no te parece? — le respondí — Además, el loco escala flor de montaña, lejos, muy lejos de acá.
— Pero, boludo — me decía, insistiendo con su idea — no importa la montaña, importa hacerlo. Ahí está la magia. Podemos rehacerlo, tengo ideas de cómo, cuándo y dónde — decía entusiasmado.
— Miralo al loco, me viene con ideas el dog. Dale, contame.
— Paraaa, están en proceso. Pero podemos viajar en vacaciones y, si te gusta, hacerlo en tren. Uno que conozco no tiene auto, así que… — se burlaba.
— Epaa, no picantees. En el trabajo no me pagan un carajo y a vos no te gusta la comida de perro. Así que comes como un señorito. Ni un agradecimiento recibí de eso.
— Bueno, bueno. Tranquilo, no llores.
— Mmm… seguís sin agradecerme.
— Te agradezco enormemente que me alimentes oh Todopoderoso amo.
— Totalmente desubicado — Por supuesto, ambos reímos, la petición de agradecimiento era un sinsentido. Nos quedamos un rato largo en silencio, hasta que tertu rompió el silencio con una de las mejores preguntas.
— ¿Qué harías si no tuvieras miedo?
— Uff, que son profundas tus preguntas. Dejame pensar… tantas cosas… seguramente confiaré más en quien soy. Me tiro muy bajo por miedo a no cumplir mis expectativas.
— Es por eso que estoy acá, Baco — me contestó enseguida — . Un destino alentador el encontrarnos. No es que me la crea, pero hace un año no podrías haber hecho tantas cosas que sí hiciste. Es lo bueno y fundamental de tener un compañero, alguien en quien creer cuando no creemos en nosotros — hizo una pausa serena — . Por mi parte, está clarísimo: no tengo miedo a nada — dijo mientras reía.
— Ahh, mira que picarón lo tuyo. Claro, así cualquiera — le respondí con una sonrisa — . Ahora yo ¿Le tenés miedo al tiempo?
— Apaa, filosófico lo tuyo. Creo que no, baquito. Mientras estemos juntos, el tiempo es nuestro mayor amigo. Aprovechemos este tiempo juntos, que es maravilloso. Después veremos, como siempre.

Me aclaré la garganta y le dije lo que me salió en el momento.

— Sí, por supuesto. Capaz porque sos perro, pero el tiempo condiciona al humano. Es raro, vivimos más que ustedes, lamentablemente, pero se nos pasa volando los días, los meses, los años. Cuando sos grande ni te cuento. Constantemente estamos pensando en el futuro. Es terrible. Lo peor pasa cuando te das cuenta que hay cosas que ya no podes hacer por tu edad. El sentirse viejo da escalofríos. Sí, me da un miedo terrible.
Después de esa respuesta, nos quedamos un rato muy largo, en silencio, mirando a las personas que pasaban. Cada una con su vida, con su tiempo, con emociones y sentimientos. Veía a Tertulio y, como si estuviéramos conectados, sabía lo que se preguntaba: ¿Por qué lo hacen? ¿Cuál es su destino? ¿Apreciará lo que ven o solamente ven su camino? Quizá era yo el que me hacía las preguntas.
— ¿Última antes de que oscurezca? Hay que pedir un deseo cuando no esté más el sol — asentí mientras miraba el paisaje — Mira que va fuerte: ¿Qué es para vos la vida?
— Jajaja. Acá te hago una trampa. Me la hicieron una vez cuando estudiaba. Me quedó tanto tiempo en mi cabeza que estuve semanas pensando una respuesta. Hice miles, por supuesto, pero me quedo con una: la vida es como un libro, hay que ir llenádolo con increíbles personajes, historias, anécdotas, incluso misterios. También con cosas triviales, con lo rutinario. Porque sino el libro se vuelve aburrido de tanta maravilla. También había hecho la comparativa con un cuadro o una canción pero no terminaba de cerrar y era muy meloso.
— Gran respuesta. Me gustó. La voy a tomar en cuenta. Además, en mi libro, ambos seríamos protagonistas ¿qué mejores personajes que nosotros?
— Dale, deja de esquivar la pregunta, que te conozco.
— Epaa, ¿no te emociona lo que digo? Sería genial. Bueno, yo creo que la vida es como… un camino. Te vas dando cuenta que hay cosas que mejor se esquivan, otras se enfrentan, otras se toman y así. También en ese camino vas conociendo gente, comparten el camino por lo menos un momento. Después seguramente cada uno toma su rumbo. A otros no les importa el camino y andan por donde quieren. Otros van y vienen. Lo importante, Baco, es concentrarse en los que siempre están.
“Por otra parte, el camino puede parecernos difícil, como escalar una montaña o cruzar un río. Por eso hay dos cosas fundamentales: creer en uno mismo y creer en los que nos acompañan.”
— ¿Y si nos damos cuenta que nuestro camino no es nuestro camino, sino el de alguien más?
— Ahí hay que hacer dos preguntas — respondió inmediatamente tertu — . La primera es para saber si no estamos perdidos en nosotros mismos y estamos confundiendo lo externo con lo interno “¿Quién sos?” y la segunda es para saber si estamos caminando el deseo de alguien más. Un camino que no elegimos y nos lo impusieron “¿Qué es lo que vos querés realmente?”. Si podes contestar ambas, seguí caminando.

La conversación quedó ahí, con las preguntas palpitando en mi cabeza mientras veíamos el ocaso. Deseé que ese momento fuera eterno.

Baco no le contó con detalles toda la historia. Sólo lo más relevante. Omitió que Tertulio hablaba. En vez de eso, le dijo que se empezó a hacer preguntas él mismo mientras veía el atardecer con su compañero y que notaba como su mascota lo miraba y se acostaba en sus piernas buscando mimos.

— Que profundo — dijo la chica cuando terminó de hablar Baco.
— Sí, por lo general no soy muy así, menos la primera vez que hablo con alguien — dijo mientras reía — . No sé cómo no saliste corriendo.
— ¡Para nada! Me encanta que seas así. Está muy lejos el lugar de la historia, ¿no?
— Estaremos a unos diez minutitos nada más, ¡pero es de noche! El lugar es maravilloso de día cuando…
— Sí, sí. Te estaba escuchando — interrumpió — pero si no fuiste ninguna vez de noche, podríamos ir, ¿qué te parece?
— Mira, si querés para la próxima porque se me hace tardísimo para mañana. Bah, si querés próxima.

Siguieron hablando mientras iban al nuevo auto de Baco, charlaban de distintos temas en común: música, cine, programas y demás. Se reían de los gustos que cada uno tenía y discutían no tan seriamente de sus diferencias.
Cuando llegaron a la casa, Baco se despidió con una sonrisa que ella le devolvió. Al rato le llegó un mensaje: espero que la segunda vez que nos veamos me hables más de Tertulio en el lugar de la historia.
Para sorpresa de Baco, hubo próxima.

Cuarto interludio

— ¿Cómo estás, Baco? — preguntó Doctor sonriendo — Veo que estás contento ¿Pasó algo en particular desde la última vez?
— Sí, se puede decir que sí — le respondió Baco con una risa incómoda — ¿Te acordás de la chica con la que salí la otra vez? Bueno… parece que está funcionando, es rara la sensación. Digo, hace rato largo que no me pasaba, por fin enganchó una.
Doctor iba a comentar algo pero Baco lo interrumpió al instante.
— Lo pude hablar con ella — dijo Baco.
— ¿Qué cosa Baco? ¿Lo de tertu? ¿¡Le dijiste que hablaba!?
— No, no. Lo otro. Le pude contar lo que le pasó a tertu. Cómo murió.
— ¿En serio? Felicitaciones, baquito. Me alegro mucho que hayas podido decirle a alguien, pero… te consulto — dijo Doctor mientras se acomodaba en la silla — , ¿cómo es que se lo decís a ella antes que en este espacio? ¿Qué te motivó a poder comunicar ese duelo tan profundo tuyo? — la pregunta no era con mirada crítica o un reto para Baco, más bien una curiosidad palpitante. Eso Baco lo sabía y sintió que tenía que dar explicaciones y lo hizo con una tranquilidad digna de admiración.
— No sé muy bien, pero con ella me siento en paz. Es raro, siento que me puedo abrir y no me va a juzgar, sino que me va a entender. Ella me explicó que le pasa lo mismo. Mis amigos y los de ella dicen que tenemos algo. Ya sé que es medio boludez pero uno se ilusiona con esas cosas, ¿viste cómo es? . Aun así, creo que hay algo.
“Lo importante es que se lo dije. Después de eso nos abrazamos. Lloré, por supuesto. Estaba preparado pero no pude contenerlo. Me entendió, me dijo que no pasaba nada, que estaba todo bien y que no me culpe. Hizo algo que Tertulio haría: no me hizo sentir menos. Comprendía mi dolor, esa cruz tan pesada que cargaba y me la sacó. No sé si lo superé, pero sí lo integré.”
Hizo una pequeña pausa para respirar y antes de que lo interrumpiera alzó la mano y siguió.
— Cuando pasaron unos dos o tres días me dijo que nos juntemos con mis amigos. Que les explique por qué había desaparecido tanto tiempo y lo mal que la estaba pasando en su momento — Baco lagrimeó y sintió un nudo en la garganta, como si las emociones de esos primeros días sin Tertulio y todo lo demás volviesen en un tsunami de emociones, pero siguió — . Así que también me abrí con ellos, les hablé de la muerte de Tertulio, por qué me lo regalaron -o por lo menos mi sospecha- y el viaje que hicimos antes de que pase al otro lado. Esa vez no lloré. Fue emotivo, me abrazaron, me dijeron cosas lindas, unas anécdotas con tertu, reímos, por supuesto. Otros, medio que sospechaban lo que pasaba, pero me dieron espacio para el duelo.
— Hablaste de un viaje. Nunca me hablaste de un viaje y también de por qué te regalaron a Tertulio, nunca profundizamos — se impresionó Doctor.
— El viaje fue el último deseo de tertu antes de que las cosas empeoraran. El quería escalar una montaña. Y lo otro… no es relevante en la historia. Vine por lo de tertu, eso lo arregló él. Otro de sus deseos.
— Bien, bien. Entonces, ¿estás preparado para que me lo cuentes?

10 de diciembre

Es un día que no me olvido más. Eso sí, hay partes borrosas, todo fue muy rápido y tampoco quiero entrar en detalles.
Como siempre, íbamos caminando con Tertulio. Habíamos ido a tomar unos mates con unos amigos, cada uno con sus perros, unas facturas de por medio y hablamos sin parar toda la tarde. Cuando cae la noche nos vamos cada uno por su lado. Lo peor de todo esto es que no estaba lejos de casa. A lo sumo, unas cinco cuadras, nada. En la esquina de mi casa dobla una moto y para. Sabía que me iban a robar porque se bajaron dos personas y no se quitaban los cascos. Estaba tranquilo, igualmente. No había llevado nada, la mochila estaba vacía, el celular y mi billetera en casa. Lo único que tenía eran las llaves del departamento.
Y ahí todo fue un flash. Me apuntaron con un arma. Gritos de enojo que no entendía, yo insistiendo que no tenía nada. No sé cómo se descontroló tanto la cosa. Pero de la nada le dispararon a Tertulio.
Veía absolutamente rojo. No me importó que tuvieran un arma. Me acerqué, los empujé contra la moto y les empecé a dar patadas en la cabeza hasta que la quedaron.
El siguiente recuerdo fue salir corriendo con los brazos manchados de sangre sosteniendo a Tertulio buscando una veterinaria.
Después en la sala de espera, esperando impaciente y medio en shock, “no puede estar pasando esto. No ahora. No a mí. No a él.”.
Lo siguiente que recuerdo fue hablar con la veterinaria. Que le quedaban pocos días, que era imposible salvarlo. Discutir, no llegaran a nada, llorar y enojarme. Llorar y disculparme.
Cuando las cosas se pusieron en orden le pregunté bien cómo era el asunto. Me comentó que la herida de bala no era el problema, sino que tenía un tumor ya irrecuperable, a lo sumo podía vivir tres meses más, con suerte, mucha suerte. Después me empezó a explicar otras cuestiones más críticas con un vocabulario que me hizo quedar como un boludo. Ya más tranquilo le consulté cuánto le debía, inconscientemente, busqué la billetera que no tenía pero sentí un billete. Era de una denominación lo suficientemente alta para que los chorros me dejen en paz y que nada pase a mayores y lo suficientemente bajo para no poder pagar una operación. Ahí fue cuando sentí una culpa tremenda. Podía haber evitado todo. Podía haber evitado todo y no lo hice. Podía haber evitado todo y no lo hice porque fui tan tarado, tan imbécil, ¿cómo no voy a sentir una culpa tan enorme? Podría estar conmigo ahora, pero se fue y no lo voy a poder volver a ver nunca.

Quinto interludio.

Baco empezó a llorar sin cesar durante un largo rato. No podía calmarse, la culpa era tan grande que no podía sentir otra cosa.
Pasó así un tiempo hasta que se acordó de unas palabras de su amigo y cesó. Miró hacia Doctor, que lo examinaba con pena y una mirada empática.
— No es tu culpa, no es tu responsabilidad lo que pasó. No podes cargar con el peso de que las cosas terribles, por más que nos duela, simplemente, pasan. Es terrible lo que te pasó. Una de las peores injusticias. Perder a un ser querido no es fácil y menos de esa manera, Baco. Pero él ya venía mal de antes, Baco. Te vino la sorpresa en uno de los escenarios más crueles.
“Culparte no va a cambiar las cosas, responsabilizarte de tal carga solo te va a dar una angustia tan estruendosa que ahora mismo no mereces. Nadie merece, bajo ningún concepto, lo que te pasó a vos y a Tertulio.”

Cuando Doctor terminó, Baco se levantó y se fue a lavar la cara. A la vuelta ya se sentía mejor.

— Gracias, Doctor, por lo que dijiste. Es algo que uno sabe. Muy adentro lo sabe. Necesita escucharlo de alguien más. Ya muchos me lo dijeron. La primera fue ella, y te juro que la actuación realmente fue dramática — Baco se quedó unos segundos mirando a la nada pensando en cómo ella lo hizo sentir cuidado y libre de una responsabilidad que claramente no merecía — . No te conté sobre el viaje.
— Lo hablamos la otra sesión, Baco, no hay problema en eso.
— Mira Doctor — le contestó Baco nervioso — , sé que no funciona así, pero tengo un diario de cómo fue el viaje, sin las partes aburridas. Es cortito incluso. Pasa que no creo que lo vea más.
— ¿A sí? ¿A qué se debe eso? — preguntó Doctor
— Me mudo de país, totalmente fuera de lugar decírtelo ahora, lo sé. Pero quería que se quede con esto — dijo mientras le entregaba un sobre — . Ahí está el viaje, no es mucho. Pero es mejor que contarlo en otro encuentro inexistente o incluso si podría, eso está escrito en el momento, con palabras que salieron de todo lo que viví en el viaje
Doctor pareció sorprendido por la petición pero las agarró igualmente con cierta duda.
— Sin dudas es algo fuera del protocolo — dijo Doctor — . Pero podemos hacer una excepción. Total, es nuestro último encuentro. Que disfrutes tu nueva vida Baco.

Y se despidieron.

10 de enero

Es de noche, tertu duerme así que voy a ponerme a escribir.

Un mes después estamos en el viaje. En tren como él quería. Porque sí, desde lo que pasó en adelante son todos caprichos para el perro. Me acuerdo de trabajar horas de más, vivir cansado y preocupado, fueron días terribles.

No puedo explicar lo que son estos paisajes montañosos, la cordillera es colosal, uno se siente como una pequeña hormiguita, me pregunto si estoy preparado para escalar una montaña con un perro encima.
La noche es preciosa también. Me sorprende que en una parte del mundo se puedan observar tan vívidamente, tan natural. Incluso con tertu llegamos a ver una estrella fugaz. Creo que ambos pedimos el mismo deseo, uno que no podía ser. Así de simple.

Estoy grabando la mayor parte del recorrido, criticamos al tren porque tiene sus cositas que uno no puede comprender por qué funcionan tan mal pagando tan descabellado precio. Aun así dentro de todo, cómodo. Algo que se agradece y uno espera. Ya el atrevimiento que tuve estos días fue digno de que me puteen todos, comentando la situación y exigiendo un poquito de más a las empresas. Algunas accedieron, otras cumplieron a medias y unas pocas me mandaron a la mierda.

Lo importante es que tertu disfruta el viaje como un rey, se maravilla por todo. Claro, todo un universo nuevo, animales que nunca vio, nieve, paisajes vistos sólo en películas que se hicieron realidad, imponentes. Es emocionante.

Me está costando escribir, por lo que conlleva por supuesto. Ya pasaron unos días. Estaremos a mitad del recorrido.
Me siento muy cansado. Siento que llevar este peso emocional es más pesado que la mochila, no es poca cosa. Tertu se mantiene bien, cada vez que se duerme tengo terror a que sea para siempre. Le pregunto constantemente su situación pero parece que no accede a darme una respuesta sincera. Ya cuando me pongo intenso me dice que “le duele un poquito”. Simplemente le digo que aguante hasta el final, aunque no parece que mi reclamo sea sencillo.

Creo que no hay nada más magnífico que el sol. Contemplarlo aunque sea unos segundos con tertu me transmite cierta sensación de alivio. Paz, incluso. Con eso puedo seguir adelante y parece que Tertulio también.

El frío que estoy sintiendo es a l a r m a n t e. De pedo puedo escribir. Mis dedos están durísimos y los ojos me lagrimean. Por ahí charlo con los otros alpinistas y compartimos el pensamiento, otros están acostumbrados. Tertu parece que lo sufre pero está más contento por ver la nieve. No entiendo como puede estar así, pero lo hace. Es realmente un luchador del carajo. Según el loco que nos dirige, mañana llegaremos a la cima. Habló conmigo sobre el procedimiento, me dijo que no es la primera vez que le hacen esta petición. Mañana habrá terminado.

Finalizó.

Todo fue muy emotivo. Ocurrió justo en el atardecer. Pedí si nos podíamos quedar en un costadito y pasaron horas y horas. Al final, éramos el jefe, tertu y yo. Los demás habían bajado con otro encargado. Contemplamos un hermoso Sol, quizá el más hermoso que jamás vi. Poco a poco se va ocultando en la punta de otra montaña, acompañado de unas anaranjadas nubes. Y ocurrió la conversación:
Ya está tertu, llegamos, ¡escalamos la montaña!, hicimos un tremendo viaje. Date el placer de descansar.” le dije emocionado, puramente emocionado. A lo que él me contestó: “Sí… sí debería elegir a alguien para ver este paisaje… te volvería a elegir a vos. Sí tendría, incluso, que vivir de nuevo esta aventura llamada vida, también te elegiría de nuevo. Mi compañero. Ambos vamos a descansar de esto. Prométeme que vas a seguir igual de alegre como cuando yo estaba con vos. Prométeme que no vas a estar tiki-tiki con tus videos. Que vas a encontrar a alguien que te acompañe como yo lo hice con vos. Prométeme que no te vas a cerrar. Y si lo haces, que no sea para siempre. Busca ayuda, baquito: terapia, hablar con gente que valga la pena, actividades. Aun así, por favor, prométeme que no te vas a cerrar. ”
Nos quedamos un rato más, transitando el momento. A medida que pasaba el tiempo más me resonaban sus palabras y él más se iba de este mundo prometiéndole que todo iba a estar bien.

--

--

Tobias Di Pretoro

Escribir como forma de expresarme, la manera en que logro darle vida a mis sueños e ideas.