Filosofía de la Singularidad

Tobias Di Pretoro
5 min readJan 24, 2023

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No fue una silencio incómodo, fue una pausa calmada, profunda y que iniciaba un final.

Claramente era de noche. Le gustaba la noche. Vacía pero llena de estrellas, con la propia luna iluminando nuestros ojos. Los míos estaban ligeramente húmedos, pero lo suficiente para que no caigan lágrimas. La oscuridad me daba cierta melancolía, pero ese día, fue la excepción. Cuando estoy con él, una figura filosófica, se desarrollan sus famosas charlas catárticas sobre cómo vivir y ser mejor.

Respiré hondo.

No me hacía sentir blando o vulnerable como las noches que pasaba solo, más bien era lo contrario. Fuerte, disciplinado y más palabras que eran propias de su marca, palabras que él me había enseñado.

Un silencio el cual entonaba su meditación, tranquilidad, paciencia y sabiduría, su ida como mentor, la igualdad de ambos. Me las estaba otorgando. Me las estaba regalando mientras las olas rompían y el sonido del mar mantenía la serenidad de nuestro vínculo. Inquebrantable. Poderoso. No solo por nuestro amor, que es nuestro núcleo primordial, sino también por algo que, si estabas atento, si mirabas minuciosamente, podías notarlo, como una pepita de oro en el desierto.

Difícil, sí, pero hermoso.

No solo me enseñó lo importante del amor familiar, sino que me hizo parte de él. No solo me dio su última clase, sino que me regaló la presencia de la misma.

En situaciones particulares, dado a mi contexto y el suyo, teníamos conversaciones profundas sobre lo que significaba la muerte. El final del viaje. Eso me ayudó, en lo que para mí significa, esa extrañeza que tenemos sobre las personas que no están más con nosotros.

Partir, desafortunadamente, es parte del ciclo de la vida, el final del camino, el destino de nuestro viaje. Algunos pensarán, como me pasó a mí, que la muerte es la desgracia de la vida. Tomó tiempo, demasiado tiempo, comprender que es la aceptación del amor que tenemos por alguien.

Parte de su filosofía es tornar la vida con cierto afecto especial.

Disfrutarla, encariñarnos con quienes nos rodean y no molestarnos por acciones o palabras que nos pueden herir. Más bien priorizar que el vínculo que tenemos sea afectivo, querible. Singular.

Eso lo vuelve poderoso.

Sé, gracias a hermosas experiencias, que nuestro amor se forma por la singularidad de ambos. Maestro y mentor como iguales. Y sé que viajará a través del espacio y tiempo hasta la infinidad. Como una tormenta eterna, rugiente. Le dará miedo a aquellos que se niegan a fortalecer sus capacidades de sensibilizarse por alguien, el miedo, el fracaso de perder a alguien importante.

También es parte del viaje.

Podía sentir su cálida mano sobre mi hombro, abrazados en una simple brisa marina. Creo que él si había llorado. No sé, no tuve la valentía de mirarlo porque sabía que si lo hacía, que si mínimamente me animaba a alzar los ojos hacia el hombre el cual me enseñó qué amar, me desmoronaría.

Nuestra charla siguió, por supuesto, vigilando las estrellas. Mirando las constelaciones y con pequeños relatos de cada una. No solamente sus representaciones sino que también las suyas propias, donde sus vivencias entonaban un papel protagónico. Aventuras en el río con sus amigos, bailes en la noche donde chamuyaba con elegancia sobre el nombre de la estrella que más brillaba en nuestro cielo nocturno y por qué se llamaba así. Podía notar ciertas ganas de volver a hacerlo, sus viajes sobre el agua junto a sus compañeros de la época.

Simplemente habían quedado en el pasado. Pero no en el olvido.

Naturalmente, le hacía las preguntas correctas. Las que él quería escuchar y las respuestas que me daban curiosidad. Nuestra relación funciona así. Una simbiosis de aprendizaje. Porque mientras yo obtenía respuestas, su voz reconfortante le daba alegría de recordar momentos inigualables. Tenía una capacidad de contar con detalles impresionantes dada a su edad. Pues, como siempre decía, eran los más importantes para una historia bien contada. Requería de un público atento e interesado, por eso me las contaba, mientras otros se podían llegar a aburrir.

Hasta el día de hoy me las acuerdo.

Él siempre destaca nuestro vínculo. Tío abuelo, sobrino nieto. “No solo soy tu tío, sino que además de eso, soy tu abuelo. Como vos no solo sos mi sobrino, sino también mi nieto.”. Tiene la capacidad de darle fuerzas a palabras tan comunes como esas, palabras que decimos siempre. Palabras que nos abruman con: tengo que llamarle, tengo que visitarle. Con cierto peso que no queremos cargar, un abrumador escalofrío o quizá simple pereza de hacer las cosas. Me enseñó a no cargar con ese peso y transformarlo en goce.

Una vez concluida la charla, nos paramos, nos dimos un abrazo y caminamos un ratito más hasta la orilla donde pusimos los pies en el mar. Ahí pasó algo curioso. Muy curioso. Dio unos pasos para atrás, dejándome solo frente al mar, frente a la noche, frente a las estrellas. Respiré profundo, algo venía, algo había cambiado.

“Ahí está, Tobías, pensando en algo… él solo… ¿En qué piensa?” Dijo atrás mío.

La pregunta correcta que no estaba preparado en responder y se la debo. Pero algo muy adentro mío tenía la respuesta. Hoy por fin puedo compartirla. Estaba pensando en el todo, en mi búsqueda del “gran quizá”, en las palabras más importantes que puede decir un hombre y el paso más importante que puede dar alguien. En él, en mis padres, mis relaciones fallidas, el porqué de las cosas. En la sabiduría que me estaba regalando; que no es poca cosa. En libros, frases, personajes, autores, palabras como “fogonero”; “singularidad”. La mente es brillante ante una simple, pero poderosa pregunta y el tiempo que transcurre en emplear una respuesta.

Pensé, por último, en que me estaba dando su legado, todo lo que aprendió en la vida, con sus fallas pero encadenadamente sus virtudes. Pues su vida pasó a la mía, y tarde o temprano, por enseñanza de él, su legado prevalecerá en nuestra familia.

Quizá, cuando volvamos a encontrarnos se la diga, a no ser que ya haya leído esto.

Era la nota final. Quizá eso fue un examen, su última clase y mi fin de aprendizaje. Porque luego de eso, solo habrá nada más y nada menos que una charla entre tío abuelo y sobrino nieto. Espero, por primera vez, en estar equivocado.

Solo Dios sabe cuántas horas habíamos pasado frente al mar desde la tarde hasta la noche charlando, riendo y con pausas calmadas en un pacífico mar.

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Tobias Di Pretoro

Escribir como forma de expresarme, la manera en que logro darle vida a mis sueños e ideas.